Andorra al natural: Patrimoni de la Humanitat
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El Principado de Andorra, situado en el corazón de los Pirineos, destaca por una riqueza cultural y natural extraordinaria, reconocida internacionalmente. Patrimonio Natural, Cultural e Inmaterial de la Unesco es el resultado de la tercera colaboración entre Andorra y National Geographic, dentro del proyecto Andorra al Natural.
El primer capítulo se centró en la fauna y flora del país, a través de la mirada del Explorer Jaime Rojo. El segundo abordaba el reto de hacer compatible el turismo con la sostenibilidad, bajo el lema “El espacio donde germinan las ideas”.
En esta nueva etapa, el hilo conductor es el descubrimiento del patrimonio de la humanidad que Andorra conserva con orgullo. Un proyecto que vuelve a contar con Jaime Rojo a la cabeza, para aportar continuidad y acercarnos al conocimiento del territorio y a la visión comprometida que tiene su gente.

Patrimonio Natural, Cultural e Inmaterial de la Unesco
La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) ha reconocido varios elementos de Andorra y de sus tradiciones como Patrimonio de la Humanidad y como Reserva de la Biosfera, entre los que destacan su identidad propia y el equilibrio entre la actividad humana y el medio natural. Actualmente, nuestro país cuenta con cinco reconocimientos como Patrimonio de la Humanidad y una Reserva de la Biosfera: el valle del Madriu-Perafita-Claror, las fiestas del fuego del solsticio de verano en los Pirineos (fallas), las Fiestas del Oso de los Pirineos, la trashumancia, el arte de la piedra seca y el valle de Ordino. Todos estos elementos reflejan una cultura viva, profundamente arraigada en el territorio y estrechamente vinculada a la naturaleza.
Las fallas del solsticio de verano, el valle de Ordino como Reserva de la Biosfera y el valle del Madriu-Perafita-Claror como Patrimonio Mundial son tres ejemplos destacados de este legado, preservado a lo largo de los siglos y plenamente vivo en el presente.

Fallas del solsticio de verano: tradición viva y patrimonio inmaterial
Las fallas son una de las manifestaciones culturales más emblemáticas de los Pirineos, y en Andorra tienen un destacado protagonismo. Esta fiesta ancestral se celebra la noche de San Juan, en torno al 23 de junio, coincidiendo con el solsticio de verano. Su esencia es la luz y el fuego, símbolos de purificación y renovación. Los "falleros", normalmente jóvenes del pueblo, bajan desde el monte hasta el centro de la ciudad haciendo girar antorchas encendidas que dejan estelas de fuego en la noche.
Los pueblos andorranos donde se mantiene esta tradición —como Andorra la Vella, Encamp o Sant Julià de Lòria— viven estas jornadas con gran intensidad emocional y comunitaria.
Las fallas no son solo una fiesta, sino una forma de transmitir valores, identidad y pertenencia a un territorio. En 2015, esta práctica fue reconocida como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco, dentro del conjunto “Fiesta del fuego del solsticio de verano en los Pirineos”.
Además de su vertiente cultural, las fallas contribuyen a dinamizar el turismo de verano y ofrecen a los visitantes una experiencia auténtica y participativa. El espectáculo de fuego, acompañado de música tradicional, bailes populares y comidas típicas, hace de esta noche una vivencia mágica.
Valle de Ordino: Reserva de la Biosfera de la Unesco
Ordino es la parroquia que mejor ha sabido conservar su paisaje tradicional, sus bosques y prados. Esta apuesta por la preservación del patrimonio natural y cultural fue reconocida por la Unesco, que en 2020 declaró el valle de Ordino como Reserva de la Biosfera.
Este reconocimiento internacional destaca la capacidad del territorio para equilibrar el desarrollo humano con la conservación de la biodiversidad. El turismo activo, la gastronomía de proximidad, la preservación de caminos tradicionales y la protección de especies endémicas son algunos de los aspectos que refuerzan este modelo sostenible.
El valle cuenta con una gran variedad de hábitats: bosques de pino silvestre, pastos alpinos, humedales y lagos glaciares. Este mosaico ecológico acoge especies protegidas como el urogallo, el rebeco o el águila real. También es un territorio lleno de historia, con bordas, cabañas e iglesias románicas que hablan de una forma de vida ligada a la montaña.




Valle del Madrid-Perafita-Claror: un tesoro mundial en los Pirineos
El tercer gran reconocimiento de la Unesco en Andorra es el valle del Madriu-Perafita-Claror, declarado Patrimonio Mundial en 2004. Se trata del único lugar del país con esta distinción y uno de los pocos valles pirenaicos que ha recibido este honor. Su singularidad radica en que conserva intacto un paisaje cultural de gran valor, que refleja las actividades agrícolas y ganaderas tradicionales de alta montaña.
Este valle ocupa el 10 % del total del territorio del país y se extiende por las parroquias de Escaldes-Engordany, Encamp, Sant Julià de Lòria y Andorra la Vella. Sin carreteras ni infraestructuras modernas, solo se puede acceder a él a través de caminos empedrados, utilizados durante siglos por pastores y comerciantes.
El paisaje lo forman bordas (refugios de alta montaña), muros de piedra seca, campos, bosques y zonas de humedales que han evolucionado al margen de la presión urbana.
Esta combinación de naturaleza y actividad humana ha generado un ecosistema rico y frágil que representa un modelo de adaptación sostenible al entorno pirenaico. La experiencia de visitar el valle es casi espiritual: una inmersión en un pasado que todavía respira a través de cada piedra, cada camino y cada silencio.
Además de su valor cultural, el valle tiene una gran importancia para la biodiversidad. Es un refugio para muchas especies y un espacio privilegiado para la investigación científica, la educación ambiental y el senderismo responsable.

Explora las tradiciones y los paisajes de Andorra reconocidos por la Unesco.